martes, 27 de enero de 2015

Interludio XIV


Dixxar se tapó media cara con su mano, para ocultar su rostro bajo la falsa apariencia de protegerse del perenne olor de la atmósfera de Recopia.
En la maloliente calle no había cambios. El repulsor estaba donde debía, con la carga explosiva que él mismo había colocado con disimulo cuando Ulrick consideró que aquel era el lugar para la emboscada. La calle tenía poco transito, un par de alienigenas, uno que recordaba a uno de esos jawas del maldito Tatooine, y un grupo de humanos que cruzaba jocosamente conversando sobre sus máscaras de oxígeno. Y eran bastantes para lo que habían estado viendo desde sus ventanas en el segundo piso las últimas horas.

Cruzó la calle obviando el repulsor, y giro hacia la izquierda, alejándose del repulsor para vigilar la zona. No vio nada que atrajese su atención, por lo que giró en la primera a la derecha para rodear el edificio que se encontraba enfrente de su posición. En todo el perímetro no vio nada que llamase su atención, por lo que entró de nuevo por la calle del repulsor, desde el sur, comprobando que sus compañeros Ulrick, Walter, Ronton, y Priss estaban razonablemente bien camuflados.

Entro en el edificio frente al suyo, también aparentemente de almacenes, ignorando los elevadores y paseando por el brillante y verde suelo jaspeado hasta localizar la única escalera por la que subir, (para ganar algo de tiempo, ojear un poco y escuchar).
El edificio sonaba silencioso, sin ruidos delatores de persianas subiendo o bajando para dar entrada o salida a las decenas de almacenes que este edificio de 4 plantas debía albergar entre sus pasillos.

Con su mejor cara ensayada de "estoy buscando el almacén que me han dicho", paseó por unos silenciosos pasillos, solo acompañado del ruido de sus botas, para ver en que entorno se encontraba realmente. Esperaba encontrar un AC1 flotante, pero desde luego no era el caso, o al menos no en esta segunda planta.
Tomó posición, como si de una columna se tratase, junto a una ventana cerrada de plastividrio, vigilando la esquina por la que necesariamente tendría que llegar su atacante, y empezó a dejar pasar el tiempo, mirando de tanto en tanto hacia la calle, y los extremos que controlaba de la misma.

Un tiempo después, escuchó funcionar un elevador, y se preparó para ponerse en movimiento otra vez buscando su almacén. Pero el elevador pasó del segundo piso, hasta el tercero, y allí los pasos delataron a un varón solitario que iba directo hacia su almacén, abriéndolo, operando bultos en él durante minutos, retirando una caja metálica llena de algo, y llevándosela al hombro, probablemente. Nadie más entró en ese tiempo al edificio, y Dixxar controló como el hombre salía del edificio y se marchaba. Buscó las miradas de sus compañeros, enfrente, que le transmitieron tranquilidad y control sobre lo que acababa de suceder.

Continuó pasando dejando correr el tiempo. Ahora era momento de hacer otra comprobación de la zona. Con una mirada a los compañeros del otro lado de la calle, abandonó el edificio y tomó posición en esta ocasión al sur de la calle, bajo su mirada, solo unos minutos hasta que vio que casi nadie pasaba por ella ni había nada fuera de lo normal. En esta ocasión rodeo el bloque de la derecha, controlando la zona. Parecía segura. Nada indicaba que nadie fuese a aparecer en su emboscada por muchas mas horas que dejasen pasar.
Fue unos pasos después de convencerse, cuando unos técnicos en un tejado cercano, sobre otro edificio aparentemente de almacenes, llamaron su atención. No eran humanos, y por alguna razón la pareja le resultó sospechosa.

Entonces sucedieron dos cosas.

Un vibrofilo ardiente se clavó con confianza y decisión en su espalda.
Antes de casi sentir el dolor, un pesado guante lo agarró igualmente desde atrás por la mandibula, apretando, y la sacudida eléctrica le hizo caer sobre la acera de aquella calle casi desierta, y en una oscura inconsciencia, antes de poder elaborar ningún pensamiento sobre los operarios del tejado.



miércoles, 21 de enero de 2015

Legión 501 en Santurtzi



Todo lo que fue en twitter la exposición de Santurtzi, aquí.


lunes, 19 de enero de 2015

Interludio X


Valdéz y Rick se alejaban por delante, siguiendo la calle recta del mercado, por la derecha de las tiendas, sobre la mitad de la acera que los tenderetes dejaban libres, y por donde mucha menos gente transitaba, haciendo el caminar mas fluido.

Obviamente sin ninguna clase de práctica, experiencia, ni entrenamiento, Valdéz no podía caminar al lado suyo, pues les convertía a los dos en un claro objetivo si alguien les estuviese siguiendo desde el puesto donde habían recogido las coordenadas espaciales. Así que tendría que ser un comando bien entrenado como él el que les siguiese desde atrás vigilando que nadie les siguiese fuera del mercado de regreso al carguero.

Un entorno urbano daba casi infinidad de recursos para el comando entrenado.
Invisible a plena luz, Dan seguía a Valdéz y Rick a una distancia prudente comprobando que ni ellos eran conscientes de que les seguía, ni nadie les seguia a su vez. Estas misiones urbanas sin duda podían explotar en cualquier momento, pero para Dan eran preferibles antes que infiernos de trinchera o de infiltración. Mientras veía a Rick y Valdéz subir con prisa las escaleras que llevaban a una de las muchas plataformas de aerotaxis que cubrían el mercado, Dan se tranquilizó recordando su entrenamiento y que había muchos recursos a disposición de un comando habilidoso y múltiples oportunidades para... La puñalada lo tomó por sorpresa, entrando por la parte baja de la espalda.
Prácticamente se sorprendió una vez la hoja salió de su espalda, en su cintura, cerca de su columna.
Su instinto, potenciado por la sorpresa, fue desenvainar el vibrofilo oculto y sajar con un medio giro a la altura del cuello, estimando la altura de su atacante, pero apenas una exhalación salió de su boca mientras intentaba sin éxito agarrar su vibrofilo con un codo que no articulaba y unos dedos rígidos como piedras.

La parálisis se extendía por su cuerpo de forma instantánea mientras terminaba descordinadamente de girarse para encarar a su atacante. Allí no había nadie, tan solo viandantes en un sentido y en otro. Tan solo alguna mirada a medio camino entre la sorpresa y la vergüenza ajena, mientras intentaba hablar y comprobaba que su garganta de cemento no le respondía mas que para dejar ir el aire. Mientras las piernas le fallaban y veía el suelo venir hacia él sin poder interponer su manos, solo un hombre a unos metros arrancó a correr hacia él de frente al grito de "¡oiga, oiga!"

La sorpresa había sido tal que el impacto de la acera en su frente no pareció ni relevante, mientras intentaba mover sus pulmones para continuar respirando. El hombre llego junto a él y le dio la vuelta mientras le daba sopapos en la cara; "¡oiga, oiga!". Nunca pensó que fuese a morir así, de improviso, solo, sin servir para nada, sin saber quien lo había matado, y con el hedor de Recopia impregnándolo todo. Larga vida a la Alianza.

Apartados, en una plataforma de aerotaxis, Rick se apresuraba a tomar la única plaza del repulsor, dejando a Valdéz en espera de que llegase el próximo, ambos con prisa por desaparecer del mercado, y del tumulto del puesto de animales, hacia una seguridad que no podían saber que no sería tal.